lunes, 30 de junio de 2008

MUELLE HISTORICO


1. LA “POZA” Y EL ANTIGUO PUERTO ANTOFAGASTINO


En torno a la “poza”, como se conoce hoy el sector del puerto pesquero artesanal, comenzó a levantarse Antofagasta luego que los chilenos Juan “Chango” López y José Santos Ossa, decidieron establecerse en la caleta Peña Blanca o La Chimba.
Se denominaba “poza” al área marítima aledaña al conjunto de muelles circundados por el sur por los arrecifes o bajos que enfrentan al actual Hotel Antofagasta, y el rompeolas construido por el norte (molo de abrigo del Terminal Pesquero), que cubre el área de marejadas y corrientes. Es en este sector costero donde languidece el hoy llamado Muelle Histórico, uno de los nueve terminales con que contaba Antofagasta hasta el siglo pasado.
Todos formaban parte del antiguo puerto que resistió los embates de la naturaleza, cobrió las necesidades de embarque y desembarque de mercaderías de todo tipo y de pasajeros que llegaban en las naves a vapor. Asimismo, los más antiguos, ya desaparecidos, fueron testigos de los primeros tiempos de Antofagasta y, en el caso del Muelle de Pasajeros, que sirvió para el desembarque de los 200 que el 14 de febrero de 1879 tomaron posesión de la localidad.
Aunque sobreviven dos de los nueve, el único que lo hace con estoicismo es el llamado del “Ferrocarril”, declarado Monumento Histórico a través del Decreto Supremo Supremo N° 0980 del 12 de septiembre de 1978. Su construcción comenzó el 15 de marzo de 1889, o sea, muchos después de que Chile reivindicara este territorio.
Regresemos a la génesis histórica de Antofagasta para ubicarnos en ocutubre de 1866, cuando el minero copiapino Juan López levantó una rudimentaria vivienda en un lugar del actual Barrio Histórico. El investigador Oscar Bermúdez Miral, en su obra “Orígenes históricos de Antofagasta”, expresa que “la existencia solitaria de López se vio interrumpida un día del mes de diciembre cuando una caravana de exploradores, formada por no menos de doce personas, llegó hasta la caleta. Se trataba de la expedición organizada en Cobija por don José Santos Ossa con el objeto de explorar el interior del desierto, expedición que tendrá por feliz desenlance el descubirmiento de terrenos salitrales en el Salar del Carmen”.
Según manifiesta López en su famoso Memorial, esto ocurrió un año después de su asentamiento en Peña Blanca. Ossa construyó junto a la choza del “Chango” una barraca para depósitos de provisiones y útiles de trabajo, necesarios para las expediciones al interior.
Juan López proporcionó a los expedicionarios el agua que necesitaban, que transportaba desde la vertiente de Cerro Moreno en su pequeño bote llamado “El Halcón”,
Más tarde, Manuel Antonio de Lama, socio de Ossa al igual que Francisco Puelma, levantó una segunda casa. Fue el comienzo de la aventura salitrera en el Salar del Carmen.
Hasta entonces sólo grupos de pescadores indígenas habían recorido la costa en busca del sustento que les brindaba el mar, siempre cercanos a las escasas aguadas y vertientes. Con la llegada de López y Ossa, Antofagasta iniciaba su vida, cumpliéndose aquello que el origen de los poblados nortinos fue espontáneo.
Una vez hallado el manto calichero de su interés en el Salar del Carmen, la firma que integraba Ossa solicitó y obtuvo del gobierno boliviano una concesión salitrera, además de la autorización para hacer uso de la caleta Peña Blanca, llamada también por ese tiempo La Chimba. Los concesionarios debían habilitar la caleta construyendo un muelle destinado al uso público y a los trabajos de la empresa salitrera en formación.
A principios de 1868, esta firma había construido el muelle, instaladas una pulpería y bodegas de materiales y levantadas las primeras habitaciones para los obreros y empleados. Aníbal Echeverría y Reyes, abogado e historiador, en el artículo “Fundación de Antofagasta”, precisa que en los primeros tiempos “hubo carpas de lona, se levantaron después cuartuchos de alerce y enseguida barracones de calamina usada y hasta latas de tarro. Al mismo tiempo, se empezaba la construcción de la vía carretera desde la caleta al Salar”.
Asimismo, Manuel Antonio de Lama el 12 de diciembre de 1868 adquirió en subasta pública un terreno en ese sector costero, de mil metros de largo por 300 de ancho, que pronto transfirió a la empresa salitrera.
Ese mismo año, a dos de la llegada de Juan López, el gobierno boliviano dfispuso la fundación oficial de la pequeña villa La Chimba (Antofagasta), a través de la Prefectura de Cobija, acto verificado el 22 de octubre, cerca del embarcadero de Ossa. Esta fundación se realizó para solucionar un problerma administrativo de los funcionarios bolivianos que debían justificar la permanencia en el lugar donde trabajarían y recibirían salario.
Por tanto, Antofagasta fue una localidad que creció en función de la actividad minera, basada en el descubrimiento de calicheras del Salar del Carmen, la construcción del complejo industrial en ese lugar y, por supuesto, por la explotación del mineral de plata de Caracoles.
En el trasncurso del segundo semestre del año 1869, la firma levantó la oficina salitrera en el Salar del Carmen, la primera planta productora de nitrato que funcionaba fuera del territorio peruano, financiada con capitales chilenos e ingleses. Las obras estuvieron a cargo de los ingenieros británicos Diego Adamson y Jorge Paddison. A ellos se unió después Jorge Hicks, quien tuvo a su cargo la elaboración experimental del salitre en el salar, que enfrentó graves dificultades debido a la mala calidad del caliche y del agua. El método en uso era inadecuado ya que no impedía la pérdida del 20 por ciento del material.
Entonces, los ingenieros Adamson y Hicks apresuraron la búsqueda de mejores terrenos, y las expediciones de cateo se internaban en distintas direcciones, siempre hacia el interior. En estos afanes hallaron importantes y ricos depósitos de caliche en Carmen Alto y Salinas, a 122 y 128 kilómetros de Antofagasta, respectivamente. La firma adoptó dos decisiones: pidió las concesiones al gobierno boliviano y trasladó la planta elaboradora desde el Salar del Carmen hasta Antofagasta, en terrenos que hoy ocupa el Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia.
Debido al creciente movimiento, el 8 de mayo de 1871, el gobierno de La Paz declaró a La Chimba puerto abierto al comercio de todo el mundo.
En los primeros años, los barcos a vapor y veleros arribaban al sector de la “poza”, frente al actual Barrio Histórico, mientras que los faluchos y lanchones maulinos hacían el movimiento de mercaderías, descargando por los muelles todo lo que Antofagasta necesitaba: agua, los árboles, la tierra, las maquinarias, el equipamiento y los alimentos y cargando las riquezas a los mercados extranjeros.
En 1872, la Melbourne Clarck y Cía. fue reemplazada por la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, con el propósito de explotar los terrenos concedidos en el Cantón Central y construir el ferrocarril autorizado por un decreto del año siguiente.

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